- Lila, ¿tú no tienes miedo de que algún perro te contagie alguna enfermedad de transmisión sexual? ¿Tomas precauciones en tus relaciones sexuales con otros perros?
- No sé a qué te refieres, URI... ¿Qué quieres decir?.
- Bueno, pues que, si no tomas precauciones, puede pasarte algo. ¿No tomas medidas profilácticas?
- Verás, URI, si quieres te cuento lo que pasa y luego tú me dices. Verás: cuando no estoy en celo, sencillamente, no me dejo... no me apetece; les gruño a los perros, o me siento con mi cosita pegadita al suelo, como cuando mi amo me dice "sit", o me doy media vuelta y me voy.Perros callejeros |
- Pues, cuando estoy en celo ¡ay, URI!, eso es otra cosa... Si se arrima algún perrito cachondo que haya olfateado la oportunidad -cosa rara, porque, en tales coyunturas, mi amo me lleva a pasear por sitios apartados donde no pasean perros- pues, como te decía, si se arrima algún perrito, levanto el rabo y yo... me dejo llevar...
- O sea, que lo haces sin más: ¡aquí te pillo, aquí te mato!
- Tú escucha, URI, y no te precipites. Como te decía, me dejo llevar, pero no en el sentido que tu piensas. Verás: en tales circunstancias, mi amo enseguida se pone histérico y se lía a darme tirones de correa para apartarme del perrito; yo, por más que clavo las uñas en el suelo y tiro para atrás, nada, no puedo con él, y mi amo venga a tirar de mí, tanto que a veces me parece que me va a partir el cuello, y yo que no, y mi amo tira que tira. Y yo, aunque no lo quiera, pues termino por dejarme llevar... bueno, arrastrar más bien.
- ¡Ah! ¿Lo de dejarte llevar lo decías por eso?
- En parte. El caso es que los perros, cuando los espermatozoides se les suben a la cabeza, son muy insistentes...
- Bueno, animales sois al fin y alcabo, y todos los animales estáis sometidos al estrés de la reproducción sexual... Pero, sigue, Lila. ¿Cómo termina la cosa?
- Pues que el perrito, nevioso, por más que mi amo tire de mi, nos sigue meneando el rabo, levantando la pata intentando montarme y soltando espermatozoides por todos los lados. El pobre perro venga a intentarlo y yo, arrastras, resistiéndo los tirones de correa de mi amo. ¡Todo un cuadro, URI!.
- ¿Y en qué acaba la cosa?
- Pues, como el perro sigue insistiendo y no se va a pesar de los empujones que también le propina mi amo, entonces mi amo termina por agarrarme en brazos para llevarme lejos del perro. Y yo, claro, otra vez me dejo llevar...
- ¿Te dejas llevar?
- ¡Claro! No me queda otra. ¡Quien manda, manda!
- ¿Y el perro?
- El perro, pués detrás de nosotros dando saltos. Mi amo gesticula, grita y le empuja para que se vaya, en un intento vano de espantarle.
- ¿Y cómo termina el acoso, entonces?
¿Perros callejeros? |
- Podría decirse, entonces, que las precauciones las toma tu amo, ¿no?
- Pues sí. La verdad es que los perros domésticos no “mojamos”, a no ser que nuestros amos pacten la cosa con propósitos reproductores. ¡Ay, URI! No sabes cuánto envidio a los perros callejeros: ¡ellos sí que disfrutan del sexo!
- Bueno, Lila no los envidies tanto. Los perros callejeros puede que lo tengan más fácil, pero también están expuestos a todo tipo de inconvenientes. La cosa no es tan así como piensas.
- ¡Ya! ... Si, por lo menos, los perros pudiéramos usar condones... Claro, que con estas patazas que tenemos, todas llenas de uñas... sin un dedo pulgar... no sé... ¡acabaríamos rompiéndolos seguro!
- ¡Pues claro! Lila, todavía no se han inventado los condones para perros.
- Aunque... no sé si merecen la pena, URI. El otro día, en la tele, oí decir a una monja que parecía muy puesta en el asunto, bueno, pués la oí decir que los condones no son seguros... que tienen muchos defectos de fabricación y que tienen poros por donde pueden pasar, no ya los espermatozoides, sino los virus, que son unos bichos muy, pero que muy pequeños...
- El caso es que, después de oir a la monja, no sé bien qué pensar, URI... A lo mejor, después de todo, la monja estaba hablando de los condones que usan en los conventos. Como las monjas son pobres, quizá compren condones baratos... y claro...
- ¡Qué bruta eres, Lila! ¡No te enteras de nada!
- ¡Bueno, pues sí! ¿Qué pasa? Si quieres que te sea sincera URI, te diré lo que pienso de verdad: ¡la verdad es que no entiendo bien la lógica de la Iglesia Católica!
- ¿A qué te refieres?
- Pues que el papa, los obispos... bueno... toda la jerarquía se opone a la utilización de los condones. No admiten su uso ni tan siquiera para prevenir el contagio de enfermedades. Según ellos, todas las relaciones sexuales deben estar siempre abiertas a la reproducción. ¡Chúpate esa! Aunque te agarres un SIDA que te lleve al otro barrio. O sea, URI, lo que yo entiendo, en palabras perrunas, es que defienden lo de los perros callejeros: "a pelo" o nada, salvando las distancias, claro.
- Por favor, Lila, habla con más respeto de esas cosas. Por si no lo sabes, al papa y a los obispos les inspira el Espíritu Santo.
- ¡Ya, ya! Ya sé yo que la Virgen María concibió por obra y gracia del Espíritu Santo...
- ¡Lila! Como sigas así, te dejo y me voy...
- ¡Jolín, URI, qué corporativista eres...! En cuanto se critica un poco a las divinidades, no admites la más mínima... Bueno, pues te diré de una vez lo que me molesta de verdad: ¡que sólo hablen de los condones, coño! ¡pero nada dicen de los tirones de correa que me mete mi amo para que no folle a gusto! ¡Eso sí que es un método anticonceptivo en toda regla!
1 comentario:
Pobre Lila, cómo la maltrata su amo, impidiéndole dar rienda suelta a su celo.
Claro que los perritos que vinieran luego no sé qué iba a pasar con ellos...
Un abrazo, Seve.
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